NO ME MUEVE, MI DIOS, PARA QUERERTE
EL CIELO QUE ME TIENES PROMETIDO,
NI ME MUEVE EL INFIERNO TAN TEMIDO
PARA DEJAR POR ESO DE OFENDERTE.
TU ME MUEVES, SEÑOR MUEVEME EL VERTE
CLAVADO EN UNA CRUZ ESCARNECIDO,
MUEVEME AL VER TU CUERPO TAN HERIDO,
MUEVEME TUS AFRENTAS Y TU MUERTE.
MUEVEME AL FIN, TU AMOR, Y EN TAL MANERA,
QUE AUNQUE NO HUBIERA CIELO, YO TE AMARA,
Y AUNQUE NO HUBIERA INFIERNO, TE TEMIERA.
NO ME TIENES QUE DAR PORQUE TE QUIERA,
PUES AUNQUE LO QUE ESPERO NO ESPERARA,
LO MISMO QUE TE QUIERO TE QUISIERA.
Anónimo.-
Han sido muchos los intentos de atribución de este soneto a uno u otro autor, sin que la crítica se haya sentido suficientemente comprometida a corroborar una autoría, falta de argumentos probatorios sufi
cientes. San Juan de la Cruz, santa Teresa, el P. Torres, capuchino, y el P. Antonio Panes, franciscano perteneciente a la Provincia de Valencia, figuran entre otros de probabilidad más dudosa.
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