José había nacido muy lejos, es que América era una tierra que prometía mucho y varios paisanos de "Las Fraguas", su pueblo en Castilla, habían dejado todo: su casa, su tierra y familia para venir a América.Por eso José, con la audacia que se tiene en la juventud decidió cruzar el mar y viajar hacia lo desconocido, que el creía conocer...
Es que el año anterior a que José viajara, había regresado a su pueblo Manuel, quien volvía de la Argentina. Regresó de allí con unos ahorros que eran más del doble de lo que él hubiera podido ahorrar en su tierra trabajando de sol a sol. Además según contaba durante su estadía en Sudamérica había conocido sitios tan bellos como la Pampa y el Tucumán donde había trabajado en la zafra de la caña de azúcar, también había estado cosechando algodón en el Chaco lo que luego le había permitido recorrer el litoral que le inundó el alma sobretodo cuando navegó por el Paraná.Y no hablemos de Buenos Aires que era una capital tan bella y cosmopolita como las mejores de Europa.Con hermosos monumentos, muchos inaugurados en 1910 por el centenario y con una población tan variada que en cada calle o negocio se podía escuchar hablar un castellano mezcla de italiano, gallego, francés, polaco,idish y otras lenguas.Era tal la mescolanza que a veces le hablaban en "lunfardo" y si bien Manuel entendía el "chamuyo", lo que no podía aceptar era que, a un castellano de "pura cepa" como el era, le llamaran "gallego".
Para demostrar su éxito, Manuel se paseaba por el pueblo vistiendo un traje nuevo que había comprado a un compatriota español que vivía en Buenos Aires. Este señor era Ladislao González, que tenía en San Telmo un negocio de telas, era importador de casimires, ambos se habían hecho muy amigos.
Lo cierto es que para José, Manuel era el mejor exponente de inmigrante que viajaba para "hacerse la América" y que lo había logrado.
La situación en España seguía siendo difícil, José como buen anarquista que era había tenido algunas dificultades por sus ideas, este fue uno de los motivos que lo alentó a viajar hacia Argentina.
En otoño llegó a Buenos Aires en un barco italiano el "Principe de Udine", viajó en tercera clase pues su presupuesto no daba para más. El barco ya estaba viejo, durante la travesía se detuvo dos veces por averías, una vez frente a la costa norte de Brasil y la segunda vez frente a las costas del Uruguay. Al llegar al puerto de Montevideo, tuvieron que reparar un motor, luego de este arreglo el barco pudo llegar sin dificultad al puerto de Buenos Aires pero lo hizo con una demora de más de una semana.
El clima político al arribo de José no era el mejor en Buenos Aires, un amigo que se había hecho a su llegada en el "Hotel de Inmigrantes", le aconsejó buscar trabajo en el campo y lo conectó con otros compatriotas españoles que vivían en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, distante a doscientos cincuenta kilómetros de la capital, llamado "Veinticinco de Mayo" en honor a la revolución patria de Argentina.
Lo cierto es que José trabajó al principio en el campo como jornalero, pero luego se acercó a ese pequeño pueblo y allí se relacionó con algunos simpatizantes anarquistas locales.
Después de un tiempo se afincó en "Veinticinco" donde comenzó a trabajar en una tienda llamada "El barato argentino".
Esta decisión de vivir en la ciudad no se debió a razones de trabajo o política, la verdad es que el amor le había llegado.
En el carnaval, en un baile, durante una romería, que se hizo en el "Prado Español" conoció a Clara una joven española, de Asturias, bella y alegre con ojos de color miel que le robó el corazón.
Luego de varios meses de saludos y sonrisas comenzaron una relación que cada sábado se traducía en baile y canciones del terruño lejano y entre coplas y jotas Clara, fue conociendo a José, quien con el tiempo también se ganó la aprobación de la madre de Clara, la que les permitió casarse.
Tuvieron cuatro hijos y poca plata. Con mucho sacrificio José trabajaba para mantener a su familia. Clara lo ayudaba ya que era una compañera ideal. Si bien eran pobres, nunca sufrieron miserias. Un remiendo en el pantalón no lo afeaba siempre y cuando este estuviera limpio. Clara decía : "si estas bien peinado y con el calzado lustrado, aunque tu ropa sea sencilla siempre lucirás elegante". Sus hijos crecían con estos valores y con los libros que eran cosa de todos los días, por supuesto asistían a la escuela normal con regularidad.
José seguía siendo un anarquista de alma, una especie de Robin Hood que pregonaba a cuatro vientos su lucha por los pobres, colaboraba en el periódico anarquista local. Decía que los ricos debían tener menos y compartir con los que menos tienen, que ellos explotaban a los peones de las estancias (cosa que muchas veces era muy cierto). Lo que no condecía con sus dichos era el rigor y la autoridad con la que ejercía su paternidad en su casa, en fin a veces era un poco contradictorio.
Un día de verano, muy caluroso, cerca de fin de año José compró un billete de la lotería, se jugaba el 29 de Diciembre. Y como si fuera un cuento, este hombre humilde y de trabajo fue tocado por la barita mágica. Su billete ganó el primer premio del sorteo del año nuevo, de pronto había ganado una enorme suma de dinero, es decir ahora era un hombre rico.
En Veinticinco, actualmente se conocen casi todos, las noticias corren rápido pues es una ciudad pequeña, de más está decir que en la época de José a principios del siglo XX, todos se conocían y sabían de las ideas anarquistas que el tenía.
Fue imposible no escuchar en el bar y entre los vecinos las preguntas sobre José: ¿Qué dirá José ahora que es rico?, ¿Dará parte de su dinero?, ¿Será José fiel a sus ideales?.
Muchos lo pensaron, muchos otros lo comentaron entre ellos y en voz baja, pero solo uno se atrevió a preguntarle a José sobre el destino de ese dinero ganado en la lotería. Fue en el bar el domingo de reyes, cuando el vasco Goicochea, hombre directo y frontal, se detuvo frente a José y le preguntó delante de los otros parroquianos que jugaban al truco : "¿Y José qué va a hacer ahora con tanto dinero que ganó?, ¿Qué va a hacer ahora qué es rico?, ¿lo va a repartir?..."
José levantó la vista, lentamente apoyó las cartas sobre la mesa, hizo una pausa y finalmente le contestó:
"Ah amigo,¡qué buena pregunta que me hace¡, pero sabe una cosa, no puedo responderle, porque ese billete era de Clarita, ¿me explico?, era de Clarita..."
Bs.As.-20-04-11.-AluC.G.M.P.Peyrán.-
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