domingo, 12 de enero de 2020

Cocina.

El azulejo mira hacia adelante orgulloso, pensando que es el único que brilla,
no sabe que a su lado están brillando iguales azulejos, que tampoco saben, que
están acompañados en su brillo y así lo sabe la vieja cocina, algo torcida pero igual 
galana, con fuego para asar a más  de un pollo y  freír papas de blancas a doradas.
La heladera funciona y en su marcha, marca su gélida forma de enfrentar la vida
haciendo geometría con cubitos fríos, parece extraño ver en estos días desarrollar  tan extraña matemática en su sistema. 
La mesa está allí en el medio, siempre esperando a ser convocada para ser útil para lo que sea necesario, un ejemplo de de generosidad pasiva que se brinda a diario. 
Y en la pileta la canilla pulcra y derrochando agua, llora lágrimas de cocodrilo, solo por momentos.
El que no sabe por qué esta tan lejos es el calefon, que por más que busque donde esta la cocina solo ve el blanco garaje y los autos allí estacionados. 
Desde que lo trasladaron se siente alejado y extraña mucho, mucho, mucho el familiar ambiente de la pequeña cocina de donde por precaución el lo han deportado...
Ale.

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