EL DESNUDO Y SUS SIGNIFICACIONES ARTÍSTICAS, SEXUALES Y SOCIALES
No me mires así
A. Storni
El desarrollo del género del desnudo en la Argentina está sintetizado en sus extremos temporales: “La siesta” de Prilidiano Pueyrredón (c. 1865) y dos obras contemporáneas realizadas en los años 2000. A. Storni
Sea como fuere, el género del desnudo es el que de modo más cabal ilustra la discriminación de género que estructuró el sistema del arte occidental por lo menos hasta los años 60 y 70. La mujer podía ser objeto de la representación pero nunca ocupar legítimamente el lugar del sujeto autor. “Menos del 3% de los artistas del Metropolitan Museum son mujeres; el 90% de los desnudos son femeninos”, denunciaban en 1983 las Guerrilla Girls en Estados Unidos. Hemos corroborado estos porcentajes en el caso de nuestro Museo Nacional de Bellas Artes y las cifras son parecidas: menos del 3% de las piezas con autor identificado son obra de artistas mujeres; el 70% de los desnudos son femeninos.
En tanto tema de la representación, a diferencia del género del retrato, que apunta a la persona, en el desnudo la mujer es constituida en un cuerpo-objeto de la mirada. Contra esta tradición arremeten las dos fotografías contemporáneas seleccionadas. Conocemos obras famosas donde la sensualidad del cuerpo femenino está representada desde un punto de vista trasero. Pero la artista Ananké Asseff no nos muestra su espalda: nos da la espalda. La firmeza de su renuencia es casi palpable.
Flavia Da Rin, Sin título, 2003
La obra puede aludir también a una fantasía de completud homoerótica. Según las teorías clásicas de la sexualidad, “la anatomía es el destino”. Se nace varón o mujer. En la actualidad se habla de la identidad como autoinvención del sujeto. La sexualidad como alternativa libre, así como la fragmentación de la moda en infinitas “tribus” urbanas o mediáticas, testimonian estos cambios culturales.
No obstante, en la cultura actual, el género del desnudo evoca una ingenuidad que parece cosa del pasado. En sentido más general, las codificaciones simbólicas que hacen al erotismo, a las imágenes eróticas, han sido arrasadas por el avance masivo y ubicuo de la literalidad de la pornografía. El criterio curatorial ha sido operar por omisión en este territorio: no hay imágenes pornográficas en la exhibición. El problema no es la cantidad de pornografía circulante: el problema es que nuestra cultura ha sido enteramente capturada por la lógica pornográfica. En este sentido, ya no es lo sexual sino lo sentimental aquello que resulta impropio, o banal, en la escala de valores de la imagen.
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